Para ofrecer una correcta experiencia de usuario, primeramente, deberemos analizar y disponer de una buena interfaz de usuario. La interfaz de usuario no es si no, el medio a través del cual conectamos con el usuario para interactuar con nuestra página web. Por ese motivo, un buen diseño web, debe disponer de una buena interfaz de usuario o UI (User Interface). De este modo lograremos una buena interacción con el interlocutor detrás de la pantalla y así poder brindarle una experiencia de usuario o UX (User Experience) favorable.
Para entender mejor la evolución que ha ido sufriendo la web a lo largo de los años, tan solo basta echar un vistazo a los websites creados antes del año 2000. Limitados por las resoluciones y probablemente rebasados por una creciente nueva tecnología a la que aún le quedaban varios años de maduración, generalmente, todos disponían de una pobre experiencia de usuario.
Por suerte, atrás quedaron los años en los que navegar por ciertas páginas web guardaba cierto parecido a ser protagonista de una película de Indiana Jones, superando pruebas para conseguir tu objetivo final.
Hoy las cosas han mejorado. El usuario normalmente es el cliente, y para tratar bien al cliente, le vamos a facilitar las cosas lo máximo posible. Podríamos poner una serie de situaciones para comparar y entender al usuario asemejándolo a un consumidor entrando en una tienda, para así poder comprender mejor el comportamiento del mismo.
Situación online: Por mal diseño web, el usuario tiene dificultades para encontrar o usar el menú de navegación. El usuario «se pone de mal café» y cierra nuestra página web.
Símil en la realidad: El cliente llega a nuestra tienda y el pomo de la puerta no funciona y si consigue abrirla, la puerta pesa una tonelada. El cliente se frustra y se va a la tienda de al lado.
Situación online: El usuario consigue usar el menú de navegación, pero por una mala estructuración de navegación, no encuentra fácilmente lo que está buscando. El usuario «se pone de mal café» y cierra nuestra página web.
Símil en la realidad: El cliente entra a nuestra tienda, pero resulta que tenemos los garbanzos al lado de las arandelas de ferretería, las cervezas junto con los batidos de proteínas (ja!), por lo que le resulta imposible encontrar lo que busca. El cliente se frustra y se va a la tienda de al lado.
Situación online: El usuario entra a nuestra página web y se encuentra con una ventana emergente, anunciando un producto «que lo peta», para cerrar la ventana emergente debe hacer click a una cruz de 1px de anchura por altura. El usuario «se pone de mal café» y cierra nuestra página web.
Símil en la realidad: El cliente entra a nuestra tienda y se encuentra a un centímetro de él, un dependiente de ancha sonrisa que, desde el primer segundo le empieza a soltar un discurso falto de comas y puntos, no calla y no ofrece oportunidad de hablar al cliente. «Hola le llamo de Voñafone/Motristar/Ogrange». El cliente cuelga.
Situación online: El usuario empieza a navegar por la página web, pero le resulta muy dificultoso hacerse un esquema mental de dónde se encuentra, por lo que volver atrás a mirar cierta página que le resultó interesante, es una odisea. Es todo un laberinto. El usuario «se pone de mal café» y cierra nuestra página web.
Símil en la realidad: IKEA
Podemos estrechar lazos y estar del bando de nuestro usuario visitante. Podemos darle la mano y mostrarle de forma fácil el camino al producto que está buscando. Resolver sus dudas y no ser pesados. Lo único que necesitamos es tener una buena estructuración de contenido, junto con un menú de navegación claro. Podemos ir un paso por delante y hacer que no sólo le resulte fácil de navegar, si no, también agradable, o impresionarlo, por lo innovadores que somos con la forma de presentar nuestros servicios o productos, creando así una buena imagen de marca.
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